La gordura asociada al cuerpo, siempre demasiado grueso para una razón que aspira a la invisibilidad.

El hombre tiene cuerpo, pero el de la mujer es el paradigma. El cuerpo del hombre es mas enjuto e invariable, porque dispone de una razón que lo domina. Es menos contradictorio, más monolítico, porque es el cuerpo poderoso. Es el cuerpo poseedor del falo, cuyo representante material, el pene, es a su vez más unificado, centrado y concreto que la sexualidad difusa y múltiple de los labios de la vulva, del "sexo que no es uno". Es un cuerpo abstraído, instrumento casi incorpóreo de la razón que debe negar la inmanencia si quiere alcanzar lo universal.

La mujer en cambio es pura carne, tanto que hasta los desórdenes psíquicos se manifiestan en ella, su útero equivale a histeria. Y si se convencen de lo inadecuado de la corpulencia, tienen que procurar controlarla, por ejemplo con corsés disciplinadores. Aún mejor, tienen que librarse de ella. Dejando de comer.

Lino Cabezas, sobre el dibujo.

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